Han pasado cuarenta y ocho años desde que Norman Rockwell la inmortalizó en un lienzo. Una vez más el artista plasmó con su acostumbrada carga de realidad lo que acontecía en la sociedad norteamericana de la época. Quién iba a decir que la niña de trencitas y vestido blanco que figura en la obra de Rockewell, El problema con el que todos convivimos, volvería a su escuela, al lugar en el que vivió una experiencia que quedaría marcada en su vida y en la historia de su país.
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