En cierta ocasión, tras una reunión que se había celebrado en el piso del cura, a la que habían acudido los amigos de Antonio, se encontró de repente solo ante él. “Empezó a hacerme cosquillas y yo no entendía a cuento de qué. Me puse nervioso y di un respiro cuando vi que entraban en la habitación dos diáconos que asistían al sacerdote. Respiré aliviado”, señala el joven.
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