La aventura ecológica de las Sun Chips ha terminado. Estuvo bien que intentaran acabar con la contaminación ambiental pero se les pasó una cosa. No se puede cuidar el planeta masacrando los tímpanos. La intención era buena: una bolsa de patatas biodegradable que se descomponía en 14 semanas. Pero para que eso ocurriera, previamente, el que se había comido las patatas fritas de Frito-Lay tenía que soportar un ruido mayor que “el acelerador de una moto” o “la cabina de un jet privado”.
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