Podemos preguntarnos inútilmente qué sera de nosotros cuando hayamos muerto, pero no hallaremos respuesta. ¿Y si lo que queremos saber es lo que ocurriría si la vida de los objetos tecnológicos fuera como la de los seres vivos? ¿Qué pasaría si los gadgets que nos acompañan en nuestra vida tecnificada formaran parte de una comunidad biológica especial con una evolución análoga a la nuestra pero que no fuera hija del carbono? El escultor norteamericano Christopher Locke, lo ha hecho.
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