Hace ya algunos años que los implantes electrónicos en el cerebro dejaron de ser ciencia ficción. Diminutos dispositivos cerebrales para tratar el Parkinson, depresiones graves o para controlar miembros artificiales, han sido implantados en pacientes de todo el mundo en la última década. Ahora, por primera vez en todo este tiempo, los científicos se han dado cuenta de que todo este sistema podría ser vulnerable a ataques externos y suponer un grave problema de seguridad.
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