El médico remitió una copia calcada de la hoja de prescripción para su preparación al servicio de farmacia, donde el otro acusado, Juan Antonio C. M., debía verificar los datos del niño y ajustar la dosis. No obstante, no realizó ninguna de las comprobaciones y validó la prescripción. La orden fue remitida electrónicamente al pabellón central, que elaboró la dosis indicada, ya que no constaban los datos del paciente ni la hoja de prescripción. Cuando el niño llegó a casa, presentaba fiebre y vómitos. Al día siguiente, falleció.
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