Hace ya unos años, en la era pre-Facebook y Twitter, un programador que trabajaba para una subcontrata de análisis de información policial en el extranjero me contó una historia casi absurda en su momento pero que dejó en mi una inquietante semilla. Este hacker trabajaba con información incompleta sobre el proyecto global para el que estaba picando código y desarrollando algoritmos, pero su inquietud le hizo pronto caer en la cuenta de la verdadera naturaleza del monstruo que estaba ayudando a crear.
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