Jesús Mosterín calificó el toreo de "costumbre primitiva y abominable" comparable a la ablación del clítoris, la violencia de género y la lapidación. Mosterín consideró indefendibles las corridas, y calificó el toreo de "costumbre primitiva", situando el trato al animal al mismo nivel que la ablación de clitoris, la violencia de género y la lapidación. Las corridas ni los 'correbous' son específicos de España y Catalunya, aunque consideró que, excepto en España, México y parte de Francia, "estas salvajadas han sido universalmente abominadas"
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