Porque ya en el Génesis está decidida la cuestión: el quinto día Dios hizo a los animales para que sirvieran al hombre. Y deben a Noé su perpetuación pese al Diluvio, catástrofe con la que el Señor decidió castigar a la Tierra entera por causa de las culpas del hombre (“¡qué importantes somos!”, piensa, en consecuencia, el lector de la Biblia). Incluso ahora, Ratzinger, antes de retirarse, ha expulsado al buey y la mula del belén, no vaya a ser que el niño huela mal…
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