El viernes ejercí de espía. Pasé varias horas pateando las calles, fumando y fingiendo hablar por teléfono con cara de pasaba por aquí. En realidad estaba rondando, junto a otros sabuesos amateurs, las puertas de varios garitos de Bilbao. Era parte de una acción de SOS Racismo que se desarrollaba simultáneamente en varias ciudades europeas. El objetivo: que periodistas y blogueros presenciáramos los atropellos racistas y xenófobos que tienen lugar en las puertas del ocio nocturno. Y los presenciamos. Vaya si los presenciamos.
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