Lástima que la buena nueva feminista haya tenido lugar en la que probablemente haya sido la peor gala de la reciente historia de los galardones: presentadores bochornosos y chabacanos, guion que parecía aporreado en una habitación llena de monos, fallos estrepitosos de producción y absoluto descontrol temporal. La cosa no es que durase demasiado, es que se arrastró agonizante e interminable.
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