El problema llega cuando la familia, el matrimonio o el amor –palabras preciosas todas ellas– se intentan convertir en monopolios donde la única familia es la que va a misa los domingos, el único matrimonio es el que bendice el cura y el único amor sincero es el cristiano, que todos los demás están prostituidos. No es una cuestión de amor, sino de política: de si tiene derecho una minoría organizada, como la católica, para imponer su moral al resto
|
etiquetas: rouco , familia , iglesia católica