Sobre las seis de la mañana del pasado domingo, apenas cuatro horas antes de ser asesinada, Lucía Patrascu acudió a pedir ayuda al cuartel de la Guardia Civil del Port de Pollença. Poco después se marchó de allí, sin llegar a interponer siquiera una denuncia. Pasadas las diez de la mañana recibía cinco puñaladas, todas ellas mortales
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