Estás en la arena. Tranquilita. Leyendo un libro y, de vez en cuando, levantando la vista al mar mientras piensas que qué bien se está de vacaciones, que qué suerte tienes al haber encontrado esta playa inmensa, kilométrica, en la que el espécimen humano más cercano se encuentra a cincuenta metros de los límites de tu toalla. Mientras te regodeas en tu suerte, los ves por el rabillo del ojo. Y piensas, no, venga, no, no me jodas. No puede ser.Pero sí. Es.No falla.
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