No hay profesor universitario que no tenga un mal recuerdo de alguna clase. Yo, por ejemplo, hubo una vez en la que sabía desde el principio que había perdido a mis alumnos con el powerpoint porque los que no habían caído en un coma profundo me miraban con furia o ansiedad. Años después todavía resuena mi voz en mi cabeza enumerando los puntos principales e intentando venderles la moto a los estudiantes.
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