Una de las características definitorios del anime es su obsesión con el ser humano, una tendencia, casi sacrílega en la animación occidental, a replicar los mismos productos que se ruedan con personajes reales, utilizando incluso las mismas posiciones de cámara, los mismos encuadres, el mismo montaje. Por esta razón la cámara del anime se centra en los rostros de los personajes animados, atento a los menores cambios que puedan traicionar su estado anímico.
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