Su producto estrella fue el desarrollo de un explosivo en polvo con apariencia de harina, Aunt Jemima, que incluso se podía utilizar como ingrediente para recetas de galletas, magdalenas, tortitas… sin explotar y sin perder su eficacia como explosivo. Aunque su consumo no era aconsejable, Kistiakowsky, para demostrar que no era tóxico, llegó a probarlo en forma de tortita delante de los escépticos militares.
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