Lo hemos visto en infinidad de películas. Un brebaje mágico, administrado oralmente o mediante una ominosa hipodérmica, y el interrogado empieza a cantar todo lo que sabe, como si perdiera la capacidad de mentir conscientemente. ¿Pero cuánto hay de científico en estas prácticas? Tras una exhaustiva investigación dirigida por el doctor Gisli Gudjonsson, del Instituto de Psiquiatría de Londres, se concluyó que dichos fármacos no servían para obtener la verdad.
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