Si fuera tan simple crear una aplicación como dar de alta un perfil en una red social o nuestro propio sitio web, quizás podrían suceder dos cosas: se llenarían las tiendas de aplicaciones de basura sin contenido ni utilidad, o bien, como asegura Andy Grignon, se podrá liberar el potencial y creatividad de millones de usuarios que por falta de conocimientos no pueden plasmar sus ideas.
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