El descubrimiento ayer de la sal de roca totalmente libre de transgénicos ha supuesto un buen rato de risas. Y no es para menos. ¿A quién se le ocurre etiquetar una sal como libre de transgénicos? Pobre cloruro sódico, él que no tiene genes… Ay, si eso fuera lo peor. Esto de la sal es divertido y llamativo. Lo peor es más insidioso. Los que sabemos qué es un transgénico y sus ventajas e inconvenientes, nos reímos al ver la etiqueta de la sal no transgénica. Pero la etiqueta está ahí por una razón: porque a pesar de lo ridícula que es, funciona.
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