Lewis Casey, un estudiante canadiense de química de 18 años, había armado un pequeño laboratorio en su casa. Hace dos semanas llegó la policía con una orden de registro y, tras un examen somero, lo arrestó acusándolo de tener un laboratorio para producir metanfetamina. Unos días después se reconoció que no era el caso, pero de todas formas se lo dejó encerrado porque algunos de los materiales que tenía pueden usarse para producir explosivos.
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