Para averiguarlo, los investigadores recogieron datos de unos 250 mosquitos a los que introdujeron en un cilindro especial de unos 15 cm de diámetro iluminado por luces LED y con un cable de tunsgteno en el centro para sujetar a cada mosquito. Un sensor óptico en la parte inferior detectaba la frecuencia del aleteo de sus alas, una salida de aire insertaba diferentes olores en el cilindro y las luces proyectaban estímulos visuales con diferentes formas.
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