La OTAN ataca dos viviendas del presidente libio, Muamar Gadafi, mata a uno de sus hijos y a tres de sus nietos, estos últimos menores de 12 años. Al igual que ante otros asesinatos extrajudiciales, los gobernantes europeos no abren la boca para condenar el acto. Apenas se ha generado debate. Puede que algunos consideren la muerte de niños inocentes como un precio que merece la pena pagar para garantizar la defensa de intereses políticos y económicos.
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