Cuando en febrero leímos que parecía que la vuelta del chándal era una realidad, casi todos decidimos tomárnoslo como una broma (de mal gusto). El chandaleo no sólo se ha atrevido a colarse en las pasarelas (mejor dicho, los diseñadores se han acercado a él indecorosamente), sino que ya no le duele a nadie si alguien se presenta con un pantalón o chaqueta de chándal combinado con accesorios de semilujo en un evento. Parece que el sueño de los domingueros del mundo se puede hacer realidad: llega el imperio del chándal.
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