Este neoyorquino del Bronx, que ya no vive con su madre, todavía visita las otras franquicias de la ciudad, si es posible de incógnito. Entrevista a los trabajadores para comprobar que todo está en orden. Si le cuentan alguna irregularidad, pide hablar con la persona encargada. A veces, dice, le tratan de mala manera y tiene que "volver con poder": una nueva protesta a la puerta de algún McDonald’s. "Que te respeten y te paguen lo que mereces, es algo maravilloso".
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