La victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016 fue analizada como una consecuencia directa de la política identitaria llevada a cabo por la antigua secretaria de Estado, que fraccionó el voto demócrata e impulsó al electorado obrero blanco a decantarse por el magnate. Sin embargo, esta retórica identitaria lleva presente en el país más de cuatro décadas y su futuro, así como el del Partido Demócrata, es una incógnita.
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