Una masacre. Eso fue la final del Mundial, en la que EE UU demostró a todos su superioridad aplastando a Serbia (129-92)con un juego rápido, plástico, veloz y efectivo que no dio absolutamente ninguna opción a su rival. Una exhibición en toda regla que deja claro que hoy por hoy hay un gran dominador del baloncesto mundial.
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