«Estábamos bañándonos y el niño me pidió pecho cuenta. Salí fuera de la piscina, lo tapé y me tapé yo con la toalla, que ni siquiera tengo por qué hacerlo, y me senté en unos bancos que hay allí». «Yo noté que el socorrista me estaba mirando desde lejos . Se me acercó, pasó por delante de mí sin decir nada y se quedó a unos pocos metros observando. Al rato, volvió y me dijo que no podía dar el pecho».
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