Como suele pasar a menudo con cualquier cosa innovadora, la prensa recibió al Flatiron con cierto recelo, cuando no directamente con sarcasmo y rechazo. «La tontería de Burnham» (por el arquitecto que lo diseñó); «una mezquina porción de pastel»; «ni siquiera se han molestado en disimular el bochorno»; «una desgracia para nuestra ciudad, un ultraje para nuestro sentido de lo artístico y una amenaza para la vida». Esas cosas se dijeron sobre el edificio, en algunos casos, antes de que terminara de construirse.
|
etiquetas: flatiron , nueva york