Europa se mueve entre el dilema de preservar la relación transatlántica y contener, al tiempo, el espionaje contra sus intereses. Resta por saber si los golpes europeos sobre la mesa van a quedarse en pura gesticulación (lo más probable), o si la desconfianza se instalará en las negociaciones en curso entre las dos orillas del Atlántico. Por el momento, ningún jefe de Estado o de Gobierno acepta suspender la negociación del Tratado de Libre Comercio.
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