Koran dankon. Así acaba una conversación todo hablante de esperanto bien educado, con un "gracias de corazón". Ni son octogenarios encerrados en torres de marfil ni se trata de un grupo de hippies idealistas. Los hablantes de esperanto son chavales que visten a la última, jóvenes estudiantes, adultos trabajadores o jubilados. Son gente de todo tipo que tiene algo en común: el amor por una lengua que les ha traído amistades, viajes e historias que contar. Y que este fin de semana celebran una asamblea nacional en Santiago
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