David de Ugarte subió al escenario. El economista y tecnólogo empezó a pronunciar palabras que nadie entendía. Iban apareciendo, escritas a su espalda, mientras él las pronunciaba. Debajo estaban esas mismas palabras traducidas al español. ¿Finlandés? ¿Un idioma de hobbits? ¿Una lengua diseñada por las indias? No. Era un lenguaje que pretende hacer a todo el mundo igual y al que, según el fundador de la Sociedad Cooperativa de las Indias Electrónicas, se le puede “pedir lo mismo que a un software: funcionar bien y ser libre (...)
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