Las comunidades han logrado una capacidad política y fiscal sin parangón en la mayoría de países desarrollados. Su autonomía financiera superará claramente a las provincias canadienses. Los muros del edificio autonómico no terminan nunca de sellarse. La nueva financiación territorial lanzada por el Gobierno pone una piedra más en el proceso de descentralización del Estado que comenzó hace tres décadas. Y acerca a España, sin serlo, a la primerísima línea de los grandes Estados federales.
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