[c&p] Un niño mientras jugaba rompió la ventada de una panadería. El panadero, como es lógico se puso furioso y a su alrededor se empezaron a agolpar los vecinos. En un principio la multitud compadecía al desafortunado panadero hasta que poco a poco los vecinos y tras analizar detenidamente la situación, llegaron a la conclusión de que “no hay mal que por bien no venga”. Ahora el panadero tendrá que comprar un cristal nuevo, que realmente no cuesta tanto y si los cristales no se rompiesen, los cristaleros no tendrían de que vivir.
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