Bomboneras vacías, rellenas a veces con papel de celofán, pero muertas, faltas de vida, llenas de ruinas. Ese recinto sagrado que buscan los individuo-centristas, está lleno de ruinas de estatuas que fueron creando a lo largo de los siglos para inmortalizarse a sí mismos, pedestales que para derribarlos solo tiene que soplar un viento suave. Bomboneras llenas de nombres propios y nombres y más nombres.
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