Por mucho que te alejes de las fuentes externas de ruido hay una de la que no podrás deshacerte: la que llevas incrustada en el cerebro. Los neurólogos dicen que incluso cuando no estás escuchando nada, tu mente se esfuerza por reconstruir sonidos. Por ejemplo, si tienes puesta esa canción que tanto te gusta (o el típico tema horrendo que se pega sin remedio) y de repente le das al ‘stop’, seguramente continuará sonando en tu cabeza.
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