Estos jóvenes científicos han sido capaces de diseñar todos los sistemas que permitirán a un aeroplano de tres metros de envergadura volar autónomamente a 300 metros de altura a una velocidad de entre 50 y 90 kilómetros por hora. Detectar, con sus sensores de calor, el origen de un fuego y volver a su base. Todo sin piloto.Trece escolares, pertenecientes a la asociación viguesa Doira, comenzaron hace casi cuatro meses a trabajar en un sueño.
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