cualquier Fátima, desde la cova de Iría, matiza que no: que no es necesario tanto sacrificio. Que basta con que trabajemos de rodillas y con el látigo en la espalda, pero que podemos llevar algo de ropa porque la eterna desnudez es poco constitucional. Y vamos tragando. Nos quieren hacer creer que hay que acatar lo inevitable, como si no fuera más fácil luchar contra lo evitable.
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