El día que el mar se abalanzó sobre la tierra y una ola gigante arreó a la central nuclear de Fukushima, la vida de Japón, y del mundo entero, volvió a cambiar. El terremoto dejó un agujero al descubierto. Un pozo de información y desinformación que ha podido causar, quizá, más daño aún que el propio desastre nuclear. Este es el mayor descubrimiento de algunas personas que, cada mes, van a Fukushima a medir la radiación. No tienen miedo.
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