Tengo un pariente que ha decidido trasladar la sede fiscal de su catalana empresa a Navarra. A pesar de ser uno de esos patriotas que están esperando que llegue el referéndum de Arenys a su pueblo, para poder gozar del placer warholiano de un minuto de independencia, está hasta la mismísima senyera de que ser catalán implique pagar más por todo, por trabajar, por crear empresa, por heredar y hasta por respirar.
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