Al CGI, en efecto, ya no le interesaba ni ser realista ni adecuarse al contenido de las películas en las que irrumpía -esos monos de la cuarta de Indiana Jones que te sacaban a patadas de la película. Oh dios, esos monos—, sino que sólo quería subirse a lomos del olifante y matar un orco tras otro, mientras hacíamos frente a Reyes Escorpiones, paríamos bebés creepys, James Bond surfeaba que daba gusto, la carrera de Oscar Isaac corría peligro de muerte, y todos poco a poco íbamos convirtiéndonos en Agentes Smith. Le daba igual todo.
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