Cuando el mercado de las recreativas y las consolas se hundió en Estados Unidos, allá por 1983, el foco se movió y empezó a apuntar a otros lugares. En Japón siguieron apostando por las consolas, evitando los errores que juzgaban habían cometido los yanquis. En Europa, en cambio, los adolescentes empezaron a jugar con los pequeños ordenadores de 8 bits, y algunos de ellos dieron el salto a la programación de sus propios videojuegos.
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