El currículo de una joven lucense de 22 años acabó en la comisaría de policía, pero no porque buscara un puesto de trabajo en el cuerpo, sino como prueba de la identidad de la persona que sustrajo efectos en repetidas ocasiones en una perfumería de Lugo. La joven, conocida del personal porque nunca compraba nada, entregó sus datos en la salida después de su último hurto, tras comentarle a una de las empleadas que le gustaría poder trabajar en el establecimiento.
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