Un profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona me contó en 2006 una historia fascinante. En resumen, me decía que don Manuel Azaña, el último presidente de la Segunda República Española, fue enterrado en suelo francés, pero bajo la bandera de México y amparado por la diplomacia cardenista, salvándose así de una deshonra preparada por la jauría fascista.No lo creí del todo y lo investigué
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