Durante el siglo XIX toda persona que tuviera cierto renombre en Madrid (aristocracia,políticos, empresario y artistas) quería ser enterrado en San Isidro. Gracias al capital que los citados señores empleaban en su enterramiento, los arquitectos utilizaban todos los recurso disponibles, enriqueciendo sus fúnebres trabajos con elementos escultóricos y la presencia de oficios artísticos de cantería, forja, vidrieras y esmaltes. Se trata por tanto de uno de los cementerios más interesantes de Europa.
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