Si te cruzaras con la Gioconda nunca sería la del Louvre, porque no existe. La del Prado, en cambio, es real. Así explicaba el responsable de los talleres de restauración del museo, la diferencia entre el retrato más popular de la historia de la pintura y su versión. Según esta interpretación Leonardo da Vinci realizó un experimento que acabó convirtiendo a la retratada, en otro ser, mientras que uno de sus colaboradores del taller atendió el encargo de Francesco del Giocondo y retrató a su esposa. Ella es la que descansa en el Prado.
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