Los trabajadores aseguran, no sin cierta guasa, que «el estrés ha desaparecido» de los tajos, que el número de operarios ha descendido casi a la mitad y que la jornada laboral media se ha reducido en dos horas. Es más, las constructoras suspenden las labores en cuanto caen cuatro gotas de lluvia y la actividad no está garantizada para diciembre en algunos trayectos en obras del Occidente.
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