La simpatía que despierta Marzenna Adamczyk contrasta con la imagen de Polonia, un país en el que algunos creen ver el laboratorio identitario de lo que está por venir en Europa. Marzenna Adamczyk ha logrado encarnar el oxímoron. Ella dice que ha sido todo involuntario, aunque existen pruebas sólidas que apuntan lo contrario: su peinado, sus expresiones coloquiales (llama “emilios” a los correos electrónicos y dice que los ingleses son “tíos muy guays”) y su manera de posar en la escalera de la embajada.
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