Cecear suele ser considerado una señal inequívoca de poca cultura o clase social baja, un vulgarismo, un estigma, un sambenito que llevan sobre sus hombros miles de hablantes de español. No hay razón lingüística alguna para que esto sea así, pero lo cierto es que, a pesar de lo que podamos creer, la educación lingüística nunca se ha preocupado de acabar con estos estereotipos sin fundamento. Aquí una anecdota real y a la vez elogio sobre el ceceo.
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