Nadie sabe bien dónde sufrió el contagio, si en una playa cántabra o en la Sierra de Gredos. Quizás un trancazo de otoño soriano. Quizás dos besos de Aznar. El caso es que Alicia se infectó del virus españolista que, es una enfermedad incurable. Lo más llamativo del trastorno es que solo los que rodean al paciente se percatan de los síntomas. El infectado, sin embargo, parece vivir en una Arcadia feliz. Pobre desgraciado.
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